domingo, 24 de mayo de 2009

Era el día del evangelista

Era el día del evangelista, El aire llegó primero, su perfume me envolvió antes que su mirada, sin saturación, mas bien leve, el aroma de un perfume denotaba cierto detalle que me gustó y el típico “ciao, Marco, come stai?…” No se si la escuche, si su voz llegó a mis oídos, o a todo mi cuerpo, sonreí con una de esas sonrisas que tengo guardada para encantar, y la encanté, ahora pienso si era necesario encantarle o simplemente que descubriera por sí sola el caudal, la marea, el torbellino que estaba conociendo. Caminamos hacia el que seria “uno de nuestros cafés”, Roma se estaba convirtiendo nuevamente en un lugar acogedor, en una ciudad que abría sus encantos sólo para algunos (a pesar del frío), me estaba sintiendo privilegiado en ese momento. "Due caffè espresso, per favore, cameriere". Una mesa pequeña de madera (que aunque estés lejos, siempre cabe la posibilidad de oír los pensamientos de tu interlocutor), un ambiente que convertía el momento en algo más íntimo, sentado le miraba, observaba cada rasgo, cada gesto, como movía sus manos para aseverar lo que decía, yo era su horizonte esa noche, un horizonte de auténtica prerrogativa, me observaba con la misma precaución con que yo la hacía. Y al estar frente a ella un pensamiento fugaz hacía temblar mi relativa calma: ¿de qué conversaríamos?, ¿quedaríamos en silencio?, como los desconocidos que éramos. Sin embargo eso nunca se dio, sentada frente a mí con sus jeans azules, dejaban al descubierto sus zapatillas del mismo tono. Otra vez su perfume me envolvió cuando agitaba sus manos al conversar, su polerón verde oliva se notaba impregnado de ella, yo me acomodaba en la silla, tratando de buscar la mejor forma de recepcionar todo. Ella revolvía con simpleza su café, la pequeña cuchara no sonaba al estrellarse en el interior de la taza, (yo no quería perderme ningún detalle) y ahora eso se convertía en parte de ella, sería la forma de hacerlo o simplemente no quería que nada me apartaba de sus ojos, o tal vez porque ella lo hacia de una manera única mientras me miraba.

En Roma se quedó todo: los sueños, las esperanzas, la vida y sólo me traje a Chile un montón de oscuridad, un día volveré con mi farol, un farol que sea tan potente que borre de un haz, todas las sombras. Porque de ella, de su engaño, era la mano que portaba la guadaña, la sombra de la muerte que cubrió todos los sueños, venía con su rúbrica estampada, con remitente y sin devolución. Y ahi quedó todo, la vida detenida, los sueños como nubes en día estival y yo solo, tratando de encajar los colores en cubo de Rubik, pero ninguno encajaba. Luego todo se detuvo. Morí. Esperé... salí de las tinieblas del abismo absoluto, las cenizas se fueron convirtiendo en carne, la brisa condenso el polvo y lo volvió a mi cuerpo como sangre y los impulsos del planeta dieron el ritmo a mi corazón reconstruido. Y vuelvo a emerger único, purificado, maldito.

Aquí en el fin del mundo, busco la redención, el exorsismo, la palabra, el sonido, la esencia del amor, el ángel catalizador que me muestre su corazón y vuelva a mi, la capacidad de creer, que me haga desarrollar nuevos sueños, que camine conmigo. Porque ella mató a un hombre y otro nació dentro de si mismo.
Quiero soñar, escribir cosas bellas nuevamente, pensar que todavía hay salvación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario