martes, 26 de mayo de 2009

Quiero pintarte...

...Me gustaría mucho que me pintaras, así me contestaste cuando te lo propuse. 
Escucho Anathema... A Natural Disaster, tu canción triste en un interminable reel y veo tu cuerpo desnudo, mientras mezclo las pinturas...
He decidido pintarte con las manos... nada más puede tocar tu cuerpo hoy, excepto las pinturas y yo. 
Veo como te me transformas, dejas ese color carne, para renacer como fenix multicolor, colores que dan nuevas pistas de exploración sensual... Creo que le pondré alas a tu cuerpo, total ya eres un ángel. Ni Wender encontrará ángel más particular.
La habitación la pinto gris, así resalta tus alas blancas que son el marco perfecto a tu cuerpo pintado. 
Amorosamente pintado, creación óptica, que seduce todos mis sentidos hasta emborracharme. Ahora pongo el trípode ilumino la habitación correctamente y a fotografiarte, hacerte inmortal, no sólo ante mis ojos, sino ante el mundo.
Las fotografías una tras otra, descubren tu alma, tu belleza, tu hermoso cuerpo fondo perfecto al color de mis sueños. Es verdad, te soñé así entre mis manos, creándote como aquellos ángeles que decoran las paredes de las iglesias románicas, como en la cripta de la catedral inglesa de Canterbury o en la catalana de  San Clemente de Tahull. Esos ángeles pintados en los murales de la ermita segoviana de la Vera Cruz, fueron pasados a lienzo y trasladados al Museo del Prado, donde se conservan. Es como lo que hago, traspaso del lienzo (tu cuerpo) a la fotografía. 
Toda esa pintura estaba idealizada al servicio de una espiritualidad que renegaba de la carne. A partir del Renacimiento se va notando la evolución hacia el naturalismo, que reivindica para el cuerpo humano la belleza negada hasta entonces.
Hoy el cuerpo tiene su protagonismo, los sueños, las fantasias, las fanfarrias del nuevo orden en las cosas, todo futil.
La pintura en tu piel. única, irrepetible, transitoria, efiímera sensación y como único testigo visual directo, muero.