domingo, 10 de enero de 2010

La vida es así....

Tardamos demasiado en darnos cuenta de los errores que vamos cometiendo, pero aún más en ver la lógica aplastante que los avala. Acabamos atiborrándonos de odios y de rencores, o del otro o la otra en este caso tu o yo, que se nos cruzan al paso, pidiéndonos que nos den algo de lo que nosotros mismos carecemos. La cuestión no es con qué tratamos de completarnos sino por qué lo hacemos. Cuanto más empeño ponemos en ocupar la vacante, mayor se vuelve la brecha, más escépticos nos volvemos, más defraudados nos sentimos respecto a ese compañero o esposo que se supone deberían iluminarlo todo, embajadores de Dios en nuestras vidas aparentemente incompletas e insustanciales. Cuando la angustia llega al límite de lo que es posible soportar, igual que los torturados desconectan sus sentidos cuando el dolor ya ha invadido cada molécula de sus cuerpos, sobreviene un silencio, una luz, un alivio, un milagro o se detiene el corazón, que al cabo de un segundo vuelve a latir para que el ciclo se reinicie.

La vida es así de cruel, de poética, de selectiva, de maravillosa, de inmunda, de terrible, de perfecta. Y comparándonos con lo que ella es globalmente, no somos, al margen de la totalidad, más que diminutos granitos de arena en la playa del universo.

Entonces las condiciones están dadas para empezar a caminar

Como dijo Patrick White:Me gustaría creer en el mito de que nos hacemos más sabios con la edad. En cierto sentido en lo que no creo es en la sabiduría”. Porque tal vez es esta locura la que me impulsa a hablar y hablar. Puede que fuera la locura. Yo justifico que ha sido la cultura. Claro que la cultura a veces es la locura, o comprende la locura. Tal vez fue el desamor el que me impulsa a hablar y hablar. Tal vez es un amor excesivo y desbordante. Tal vez es la locura….

Es curioso, vivimos la vida en primera persona del singular y yo hablo siempre de eso, pero llegado el final, se nos aparece la opción de un cambio en la composición del relato. Esta nueva velocidad de las cosas -me pregunto si tú te referías a algo más o menos parecido- es la que nos permite entonces vernos desde afuera, mirarnos mirar, sentirnos sentir, muriendo morir. Tal vez se trate del más primal de los mecanismos de defensa o del más convincente de los placebos: esto no me puede estar pasando a mí… Quiero volar lejos.

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